domingo, 16 de febrero de 2014

La huella de mi mano al otro lado del cristal.

Veo mi sombra en la pared del pasillo, el reflejo de las luces en el cristal de la ventana, el viento azotando las ramas de los árboles que golpean el edificio, me dejo caer al suelo, apoyada en la pared, un suspiro que sale desde lo más profundo de mi cuerpo y me siento, en el suelo, y me siento como lo que soy, un peso muerto, un peso pluma, un conjunto de huesos colocados pero con un interior desordenado y mientras el mundo avanza aquí estoy yo, reposando la ira y el cansancio contra esa blanca pared, sobre este frío suelo; y dónde estés tú, dónde esté cualquiera de los muchos que aun con nombre son cualquiera, me trae sin cuidado, no me importa en absoluto.

Y mientras lloro un poco más dibujo nubes de tormenta con los dedos en el mármol, y me siento más pequeña y grito, grito pero sin sonido, con el rostro desencajado un chillido, un estruendo que sólo suena dentro mio, porque nada perturba este silencio ensordecedor, ni siquiera el sonido del dolor, ni siquiera la conciencia intranquila, ni siquiera estas ganas de salir corriendo hacia el final del pasillo y de un salto romper esa ventana precipitando mi cuerpo al vacío, porque realmente deseo sentir el frío y la sangre por mis venas, sentir el miedo y sentir el peso del mundo sobre mis hombros, porque llevo años encerrada en este habitáculo vacío, en esta cárcel con visitas pasajeras, en esta jaula, porque así me siento y me veo, en una jaula blanca colgada del techo de tu cuarto, soñador insomne, escritor vacío y me alimentas con efímera atención y palabras bellas, palabras inventadas y yo que soy una incrédula convenzo a tu intelecto de que quieras acariciarme para desplegar mis alas en uno de tus descuidos y dejes mi jaula abierta pero entonces volveré, a mitad de este pasillo, y mi despiste al cerrar los ojos sera otro error mio, de los muchos que he cometido, y será oportunidad para otro de esos escritores de historias aburridas para atraparme con sus redes de promesas y arrastrarme de nuevo, al fondo de sus ideas y de esta forma rasgar un poco más mi vida y mientras me balanceo en el columpio de mi jaula, a veces blanca a veces negra, regreso del olvido de un cualquiera que me rescata de este sueño y me encuentro dormitando sobre el hombro de este desconocido de quien sé la vida entera y aun así, le miro y le veo tan vacío... tan distinto como siempre.

Vuelvo del sueño, pesadilla, ensoñación y con mis ojos entreabiertos miro con desprecio su nombre escrito entre mis textos, tiro con desgana al suelo otra hoja, otro folio que no será novela, que sería otra carta que soy incapaz de leerla y camino pues, sobre un suelo, sobre una casa forrada con las hojas de palabras que jamás pude decirte.

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